viernes, 28 de septiembre de 2012

Sobre el estado del cine

Si la semana pasada me pasaba de frenada hablando de Woody Allen, esta semana he tenido la oportunidad de comprobar la subida de los precios en las entradas de cine. Casi te da a elegir entre la película, el libro de bolsillo o una humilde cena de menú. La solución, a mi modo de ver, es ir a ver las películas por las que se tenga un real interés, las que sienta uno que realmente pueden ser especiales. Es decir, ser selectivo. Y eso no es fácil ahora: tras un verano de pelis infantiles y poco o nada más, nos llega a las pantallas una troupe de películas precedidas de excelente acogida en festivales, crítica o por su equipo. Si ya teníamos filmes como The Deep Blue Sea con Rachel Weisz a la cabeza del reparto, ahora nos llegan películas como Blancanieves o lo último de Fernando Trueba. Todo un desafío elegir entre ellas. El lado oscuro es evidente: menos público, menos recaudación, menos dinero para hacer cine. Siempre queda la creatividad: no son pocos los que eligen las ventajas de las nuevas tecnologías para rodar películas más baratas manteniendo una alta calidad. Dicen que un ejemplo de ello es la última película que estrenó David Trueba, que no he visto. En fin, yo, esta vez, he optado por la peli de Rachel Weisz, y he salido muy contento.

viernes, 21 de septiembre de 2012

La senectud de Woody

Que Woody Allen diga que es una persona como cualquier otra poniendo el ejemplo de que va, como tantos, a buscar a su hijos al cole cuando está más cerca de la demencia senil que de la explosión hormonal, nos dice que este aparentemente sensato y divertido hombre que se lió y ahí sigue con su hija adoptiva invita a ser suspicaces. Ello no obsta a que gran parte de su filmografía me haya encantado. Incluso recibió el premio Príncipe de Asturias y desde entonces se le idolatra por estas tierras. Sin embargo, quizá coincidiendo con el inevitable chocheo, sus películas europeas, propias de la última etapa de su trabajo, me dejan frío y huelen a tomadura de pelo, dejando, por mi parte, a salvo Match Point -una película que en mi opinión se quedó a las puertas de ser una obra maestra: creo que al final no se atrevió a rizar el rizo- y la reciente Midnight in Paris. Ahora nos estrena otra de la que leo en la crítica un aprobado que no evita la postal reconocida por él y que, horror, nos dice que Penélope Cruz no está tan bien como en Vicky Cristina Barcelona. Aquella película me pareció horrible, así que no sé si fiarme del crítico siquiera y resignarme a pensar que es uno más de sus endebles productos europeos. Hay películas más interesantes en los circuitos de versión original, pero qué pasará si tengo que ir a los cines de un gran centro comercial donde su competencia sea la última fantasmada de Nicholas Cage. Recemos.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Entre el hogar y el otoño

Encuentro cierta asfixia en esas zonas de las ciudades donde no hay espacio verde, apenas con paseos asfaltados. Me falta naturaleza, aire puro, sencillez. Eso lo encuentro en los pueblos, donde además es fácil salir del anonimato en la comodidad de conocer al vecindario del pueblo: la gente de la cafetería, los del quiosco, el vecino del perro, la familia con los niños... Sin embargo, de vuelta a la ciudad tras cargar las pilas en un pueblo, notas la cercanía a un amplio abanico de posibilidades, desde el cine a una biblioteca o librería, una zona donde pasar un buen rato la noche del sábado, y todo ello a un tiro de piedra con el metro. En los pueblos más primitivos, sin embargo, puede verse a gente a cual más salvaje, comida de la tierra, en plena naturaleza, buenísima y baratísima; puedes cruzarte con un zorro o con codornices; respiras el aire puro y a un golpe de vista tienes la naturaleza vegetal rodeándote. No sabe uno bien qué es mejor. Quizá el pueblo te haga perder el tren del progreso y pierdas opciones que de otro modo tendrías, pero todo es proponérselo y hacer un plan. En fin, son conjeturas: nunca se sabe. Quizá diga ésto porque llega el otoño y el cambio de clima, con pantalón largo y jersey a mano; con las lluvias; con un anochecer más tempranero, altera mi estado de ánimo. Cuestión de acostumbrarse.

viernes, 7 de septiembre de 2012

Sonriamos

El lunes, temprano por la mañana, me comentaba el vendedor mientras le compraba el periódico su punto de vista sobre la crisis española, que si se debían haber eliminado antes los empleos de tanto funcionariado, que si se tenían que haber creado antes los bancos malos, que si no hay sectores en los que crear empleo, que sencillamente no existen esos espacios... Al menos ayer la visita de la Merkel y el anuncio de Banco Central Europeo nos dieron un respiro: la prima de riesgo bajó mucho y la bolsa voló. Podemos esbozar una pequeña sonrisa mientras se mantiene el suspense del tan traído y llevado rescate blando.
Mientras, cada vez son más las economías domésticas que notan una creciente asfixia, nos sorprende escuchar de algún amigo o familiar que se ha lanzado a la aventura de crear su propio negocio. En lo cultural, un cineasta capaz de inflarse de dinero con grandes superproducciones vuelve a sus orígenes y nos trae la, lenta como todo lo oriental, película El Amor Bajo el Espino Blanco, que me pareció hermosa y brillantemente interpretada. Por lo demás, como sabrá quien lleve un tiempo siguiendo este blog, noto que sigo creciendo: mi abuela paterna esta vez, a sus 93 años, se va apagando, y su biznieto Gonzalo, mi sobrino, inicia la aventura de un año lejos de sus padres. Entre medias estoy yo, que veo cómo es la vida por arriba y por abajo. Sonriamos.