jueves, 31 de octubre de 2013

Turbios

Una niña pequeña se asoma a la verdulería dejando el escalón tras de sí. Hace poco que sabe andar, parece que va a recular: la avisamos. Su abuelo dice que tiene el escalón controlado y, al menos, lo cierto es que solo hace falta decírselo una vez para que se dé cuenta. Un poco más mayorcita, una chica adolescente es reclamada como virgen, drogada y obligada a practicar sexo sin preservativo. Muchos clientes son un montón de chavales que quieren sexo fijo, el que no les asegura la discoteca. Otros simplemente buscan carne suave y tierna. Más mayorcita, veo a una joven en el metro mientras viajo sentado. Tiene su estilo, no es delgada ni gruesa, y es agradable a la vista, como lo es un hombre para una mujer heterosexual. Un treintañero grueso se sitúa a su lado. Contemplo la escena. Al momento, ella huye despavorida. Eso me despierta la alerta, observo al hombre. La mujer se ha ido a un vagón lejano, fuera del alcance de la vista. El hombre se va al vagón vecino, le veo. Observo su conducta, hay tres chicas allí si no recuerdo mal el número. Pero no hace nada. Pasamos un par de paradas, se sube otra joven a mi vagón y se sitúa en el mismo lugar manoseando su móvil. El hombre se acerca, no sé si levantarme o permanecer vigilante. Le dice algo a la chica y enseguida ella huye despavorida. Un poco alterado, en la siguiente estación se acerca a la puerta que tengo al lado para bajar: le observo de cerca. En la parte trasera de su cazadora vaquera pone "sex, drugs & rock n´roll", y no parece haber sido un cabecilla de panda, parece más bien un tío gris al que los vicios de nuestra sociedad han convertido en un ser totalmente turbio. Me fijé en la niña pequeña un par de días después, naciendo a la vida.

jueves, 24 de octubre de 2013

Las relaciones

Uno mira a sus padres, a sus abuelos, y ve cómo han mantenido un firme matrimonio, hasta el final de sus días muchas veces. Han creado una familia, orgullosos de los lazos que se hayan podido crear entre los miembros de ésta. Quizá han tenido nietos, y el fruto de su relación se hace entonces más palpable. Pero, ¿ha sido realmente amor o una convención? ¿Han valido la pena las etapas grises, los momentos sin cariño han sido compensados por aquellos con cariño? ¿Qué peso han tenido el vacío y la soledad? ¿Han recorrido realmente un hermoso camino junto a su pareja?
Hoy en día eso, creo yo, ha saltado por los aires. Es mucho más común la libertad de experimentación con diversas parejas, y ello permite un margen para el ensayo y error. Hay una libertad sexual que invade la tierna adolescencia y nos hace temblar por la relajación de las prevenciones sanitarias. Ha habido, sin embargo, avances con ello muy evidentes en todo lo que concierne a la visión de la pareja, siempre que se entienda por ello su liberalización. Pero uno echa de menos la educación en el amor, el sentimiento, acompañados cómo no por el morbo y la sexualidad, si es que no forman ya parte de ello. Parece que, entre tanta tormenta sexual, se ha olvidado el amor.

jueves, 17 de octubre de 2013

Ciclo

La vida es un constante proceso de cambio y permanencia. Cambio porque vamos creciendo y adquiriendo sabiduría, nociones e ideas nuevas con ello. Perspectiva. Permanencia porque descubrimos con esta sabiduría que hay cosas que nunca cambian. De esta manera, en nuestra infancia y adolescencia escuchamos a regañadientes cómo nuestros padres se preocupan por nosotros e insisten en que vayamos con cuidado con esto y lo otro, que si los patines o la moto. Que si cruzar la calle. Y un buen día nos descubrimos a nosotros mismos preocupándonos por que no se despisten durante un viaje o no decaigan por un exceso de sensibilidad. Y descubrimos entonces el sentido que tenía ser padre o madre con el niño o la niña, y descubrimos ahora que ese niño o niña ya es un hombre o mujer que reconoce el ciclo de la vida, como si el eco inconsciente que le había llegado durante toda la vida se hubiera hecho consciente en un instante. Entonces nos damos cuenta de que hemos crecido, pero también de que hay cosas inmutables. Y miramos hacia delante, y vemos con interés y un ligero desconocimiento a esos padres que van un ciclo más allá en esta aventura de descubrimiento que es, por supuesto, la vida.

jueves, 10 de octubre de 2013

¡Serán pedantes!

El otro día acudí con interés a la presentación de un libro traducido al español. Particularmente, tenía inquietud por conocer al escritor, ver qué aires desprendía en persona. Llegué y estuve deambulando por el lugar con la vista puesta en los sillones todavía vacíos de la zona donde se celebraría el acto. Esperaba que alguien se sentara para hacerlo yo también. Sin embargo, la espera se alargaba. Hambriento y sabiendo que en la cafetería situada justo al lado de aquellas deseadas sillas me iban a cobrar más de la cuenta, me compré algo que fuera consistente y salí a la agradable terraza mientras pensaba en el pedante camarero y miraba a través de los cristales hacia las sillas. Habiendo dado cuenta de mi alimento y percibiendo que la gente iba sentándose, me apresuré en buscar sitio. Todo fueron alabanzas a aquel autor aparentemente enigmático y dotado del don de la profundidad.

Una mujer mayor, digamos una abuelita de rostro risueño que parecía delatar un excelente sentido del humor para la vida, atravesó la sala algo inhibida por mi zona, pues no había otro medio para pasar de la cafetería a los servicios o donde fuera. Lo hizo en sucesivas ocasiones y, como digo, cada vez más desinhibida, mientras el escritor traducido nos desvelaba las profundidades de sus novelas. Cuando ya había acabado la conferencia y se había enfriado la emoción inicial, pensé que quizá aquella señora estuviera pensando en lo absurdo que resultaba aquel espectáculo de gente entregada al extranjero escritor y sus dilemas mientras ella disfrutaba de una tarde con, muy probablemente, unas pastitas, un buen café y una conversación en la que se partía de risa, ¿también de nosotros?

jueves, 3 de octubre de 2013

De la ignorancia a la sabiduría

Es curioso cómo funcionan las relaciones entre el hombre y la mujer. Un tipo con la estela de una larga relación truncada que quizá le haya dejado dos o tres hijos puede dar tumbos a un lado y a otro, y aprender de ello a base de palos y el encuentro de un centro final. Mientras tanto, una persona más agradable a la opinión común, puede pensar sin dudar que su vida es feliz porque tiene una relación estable con una mujer tal vez virtuosa, ya que hablamos de la virtud la semana pasada, tiene un trabajo estable, cocina, recoge bolets en el monte y se considera responsable. Esta misma persona puede declarar entusiasta con un sentimiento triunfador que está pensando en tener un hijo. Y todo ello sin haberse planteado si quizá le convendría descubrir a más mujeres o su condición sexual, dando por sentado que sigue la heterosexualidad que tanto gusta a sus padres que le invitan a comer cada fin de semana.

Descubramos, defendámonos y atrevámonos. Tracemos nuestro camino y dejémonos trazar por éste, y si esta persona finalmente descubriera tras ello su amor por las mujeres las vería con mayor libertad, sutileza y sabiduría.